COLECTIVO BOLIVIANO CANADIENSE


La Asamblea Constituyente que no pudo ser

Posted in Uncategorized par colectivoboliviano sur 8 octobre, 2007

Pese a que pretende “endulcorar” las reformas, el gobierno no encuentra cómo llevarlas a cabo. El dilema de la “revolución en democracia” sigue abierto.

Pablo Stefanoni
A tres meses de cumplir dos años en el Palacio Quemado, el presidente Evo Morales mantiene un elevado capital político: las encuestas ubican la aprobación ciudadana a su gestión en alrededor del 60%.
El apoyo social a su liderazgo se independizó, hasta cierto punto, de las dificultades cotidianas del gobierno –que no son pocas– y son los “malos” ministros que lo rodean quienes quedan en la mira de los cuestionamientos sociales. Las razones de la popularidad del aún líder cocalero, y de su propuesta de nacionalismo popular con tintes desarrollistas y redistribucionistas que constituye la ideología de la mayor parte del gobierno, no son un misterio para nadie. Por un lado está la nacionalización del gas, que después de un año y medio de su implementación sigue alentando el sueño popular de dejar atrás el atraso económico y “ser como Suiza”. Por otro, existe una fuerte identificación de la mayoría de los bolivianos pobres –principalmente campesinos– con el “primer Presidente indígena de la historia” nacional. Todo en el marco de la buena situación macroeconómica, vinculada al boom internacional del precio de las materias primas, que posibilitó un récord de exportaciones. A lo que debe agregarse la inversión en infraestructura de parte de la renta gasífera captada por el Estado luego de las nacionalizaciones y la cooperación venezolana, que se traduce, entre otras cosas, en el financiamiento de proyectos de desarrollo de los municipios. Con todo, en buena medida la política económica sigue enmarcada en las fórmulas neoliberales, de carácter monetarista, que privilegian el equilibrio fiscal y dejan de lado el manejo de las variables económicas, incluyendo la inflación controlada, como instrumentos para la redistribución del excedente.
¿Otra vez el empate?
No obstante, si 2006 fue el año de los grandes anuncios y utopías, 2007 viene siendo el del sinceramiento de los límites que se presentan a la hora de avanzar en un “reformismo con reformas”; de poner los primeros ladrillos de una nueva institucionalidad e intentar salvar del fracaso a la Asamblea Constituyente, al borde del cierre por el acoso del sector más duro de la derecha, que nunca la quiso, pero también por las dificultades del Movimiento al Socialismo para precisar su propuesta de cambio. La gestión gubernamental está teñida por medidas de fuerte impacto mediático pero con escaso sentido de continuidad y ausencia de criterios estratégicos articuladores que permitan generar un programa de gestión sólido y sostenible. Por eso, el “empate catastrófico” amenaza con retornar (si es que no retornó ya). Así, ninguno de los sectores políticos logra imponer su visión de país –aunque sí tienen capacidad de veto– y tampoco se consigue consenso para buscar una salida pactada. Pese al desprestigio de la vieja política conservadora, en Bolivia tiene aún una influencia mucho mayor que en Venezuela, Argentina o Ecuador, debido a su anclaje regional.
La Asamblea Constituyente fue propuesta, por primera vez, por los indígenas de tierras bajas (oriente boliviano) en 1990, pero adquirió carácter de demanda nacional en la “guerra del agua” de abril de 2000 y, más aún, con la “guerra del gas” de octubre de 2003, en paralelo con la nacionalización de los hidrocarburos. El Congreso la convocó formalmente en marzo de 2006, pero ya en su primer año de funcionamiento quedó en evidencia un problema estructural de Bolivia: la crónica dificultad para traducir los proyectos populares (a menudo expresados en términos “refundacionales”) en propuestas institucionales realistas y efectivas de cambio político, económico y social. Además de la escasa capacidad del MAS para articular las demandas corporativas de los sectores que lo componen, la concepción de la nueva Carta Magna como un “pliego petitorio” sindical; la ambivalente influencia de las ONG ante la ausencia de cuadros propios de la izquierda indígena y las profundas diferencias entre los constituyentes campesinos y aquellos provenientes de las clases medias urbanas, conspiraron contra el “poder constituyente”, imaginado como un paso para dejar atrás a la Bolivia neocolonial y neoliberal.
El golpe de gracia a la convención provino de la demanda de un sector –siempre minoritario– de Sucre, liderado por la alcaldesa Aydée Nava, de volver a ser sede de los poderes Ejecutivo y Legislativo (si es que alguna vez lo fue en la práctica). Obligada a reunirse en la “culta Charcas”, la Asamblea Constituyente quedó como rehén de los grupos violentos –encabezados por los estudiantes universitarios– que, con la bandera de la “capitalidad plena” para Sucre y no pocos insultos racistas (como “el que no salta es llama” durante las movilizaciones) presionaron para introducir ese tema en la agenda.
Reformas edulcoradas
Ante el crescendo de la violencia, se decidió la suspensión por un mes de las sesiones de la Asamblea. Sólo así se logró el retorno a la calma y la apertura de un diálogo incierto para buscar un acuerdo político que permita dar a luz una nueva Carta Magna que, según los plazos previstos, debería estar redactada el próximo 14 de diciembre. Para evitar el retorno de los enfrentamientos, el oficialismo moderó sensiblemente las expectativas en la Convención. De “cambiar todo” se pasó a “constitucionalizar lo ya hecho” por Evo Morales, incluyendo la introducción de “candados” que impidan, en el futuro, la privatización de los recursos naturales. Al mismo tiempo, se “edulcoraron” propuestas conflictivas como el “cuarto poder social” –que pasa a ser una suerte de foro social por fuera de la estructura estatal– o el “Estado plurinacional” que, en la práctica, consistiría en una profundización de las autonomías municipales instauradas en los años 90.1 El MAS rechazó propuestas de representación étnica en una futura cámara legislativa en la que, si avanza su proyecto, se eliminaría el Senado, lo cual ha provocado distanciamiento con organizaciones etnicistas como el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo (Conamaq) o la Confederación de Indígenas del Oriente Boliviano (Cidob).
Se mantiene, empero, la reversión al Estado, sin indemnización, de los latifundios improductivos y se reconocen las autonomías departamentales reclamadas por la denominada “media luna” liderada por Santa Cruz. Pero donde el MAS no puede ceder, pese a la oposición de la derecha, es en la pelea por la reelección presidencial indefinida –con la posibilidad de referéndum revocatorio– clave para la continuidad del actual gobierno. No hay figuras de recambio, y de acuerdo con la actual Constitución, tanto el Presidente como el Vicepresidente están inhabilitados para acceder a un segundo mandato.
Ahora la idea del MAS sería aislar a la derecha dura y pactar con UN y el MNR. Con estos partidos, el oficialismo podría conseguir los dos tercios necesarios para evitar que los temas conflictivos vayan a referéndum popular previo a la aprobación, por la misma vía, del texto final de la nueva Carta Magna. Pero cada vez menos bolivianos creen que esa Constitución dé efectivamente a luz. No obstante, una interpretación posible de esta evolución sería que estaría avanzando la vía “pactista” del vicepresidente Álvaro García Linera, resistida durante meses por sectores campesinos al interior del cónclave. Queda pues a resolver si se trata de un camino gradualista –y con mayor densidad institucional– para consolidar el proceso de cambio o de una desaceleración de las reformas y una apuesta, de mirada estrecha, por la gobernabilidad (y la reelección) en el marco de los comicios adelantados con la nueva Constitución que, según anunció meses atrás Morales, deberían llevarse a cabo en 2008.
Pese al discurso sobre el carácter “originario” de la Asamblea Constituyente el poder estaba en otro lado (y la ley de convocatoria, negociada “a la rápida” fue una hipoteca difícil de remontar). Hoy es claro que la fortaleza del MAS para negociar es menor que al comienzo de la convención, cuando la oposición venía de sufrir una derrota electoral y política de gran envergadura. Y, así, personajes de la derecha que parecían fuera de juego han vuelto a ocupar espacios en los medios con mayores grados de legitimidad que hace unos meses.

Los ensayos de la oposición
Con todo, la clave del “empate” es que las acciones de la oposición también muestran fuertes límites. Los recientes paros cívicos en “defensa de la democracia” del 28 de agosto pasado, y el debilitamiento del movimiento en Sucre2 dejaron en evidencia la fragilidad de la oposición. La violencia ejercida por grupos de choque como la Unión Juvenil Cruceñista (UJC), para hacer cumplir la medida de fuerza, desató fuertes críticas que incluyeron a periódicos como La Razón , que calificó a los activistas de “fascistas”. A las imágenes de jóvenes autonomistas que en su huida del saqueo de un mercado atropellaron a un comerciante se sumó la postal, que circuló por internet, de dos unionistas “patrullando” Santa Cruz en el techo de una camioneta roja con esvásticas prolijamente pintadas en sus puertas. Por otro lado, Radio Erbol denunció que los trabajadores de la aceitera Rico, propiedad del presidente del comité cívico de Santa Cruz y promotor del paro, Branko Marinkovic, fueron obligados a trabajar a puertas cerradas en la empresa, ¡aunque “oficialmente estaban en paro”! Entretanto, quedaba en evidencia el escaso acatamiento a las huelgas en los barrios urbanos populares y en las zonas rurales. En Santa Cruz, Tarija o Chuquisaca, el campo sigue siendo un bastión “evista” y un contrapeso político a las elites locales vinculadas a la estructura latifundista que sobrevivió e incluso se consolidó luego de la reforma agraria de 1953.
En ese contexto, un grupo de personalidades moderadas de Santa Cruz publicó el manifiesto “Santa Cruz somos todos” en el que denunciaban que “se está condenando a la muerte civil a quienes no repiten en el alma un único discurso oficial supuestamente cruceñista, a quienes no respaldan su violencia, a los que no aceptan sus dogmas”. Estas personalidades se distanciaron así de la Junta Nacional Democrática, promovida por los comités cívico-empresariales de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija, Chuquisaca y Cochabamba y articulados con Podemos.
“17 de octubre”
Pese a los obstáculos, no cabe duda de que en Bolivia se está procesando un recambio de elites que algunos sectores acomodados leen como el aliento a una “revancha étnica” de parte de los indígenas. Estos grupos “blancoides” recuerdan ahora que “en Bolivia todos somos mestizos”, mientras algunos de sus miembros no logran contener sus exabruptos racistas. Refiriéndose al empantanamiento de la Asamblea Constituyente , Manfredo Kempff, ex canciller y vocero de Hugo Banzer se preguntaba: “¿Qué podía ofrecer al país un conglomerado de pastores, cocaleros y bloqueadores, amamantados por las ONG?… La Asamblea Constituyente ha sido muy democrática, de acuerdo. Pero hasta la irresponsabilidad de pretender que legislen los analfabetos”. Con todo, una rápida revisión “sociológica” del gabinete de Evo Morales arroja una imagen alejada del etnofundamentalismo indio: sólo el canciller David Choquehuanca se autoidentifica como indianista, y a él se podría sumar la ministra de Justicia, de origen campesino cocalero, Celima Torrico. Por eso, algunos intelectuales indianistas radicales hablan de la existencia de un “entorno blancoide” que estaría alejando a Evo Morales de las bases “bajo una máscara indígena”.
“Detrás de estos desencuentros actúan dos elites políticas. Una que asciende bajo las banderas de la igualdad y quiere distribuir la riqueza y el poder con un alto costo institucional; y otra que se resiste con la bandera de la libertad y la defensa de la institucionalidad. Bolivia vive la enésima versión de la pelea que la ha paralizado desde siempre: la lucha por una cantidad insuficiente de recursos”, señaló un reciente editorial de Pulso. Y el propio García Linera sostuvo que todo proceso de transformaciones conlleva tensiones y que confía en que “la derecha contrarrevolucionaria no se apoderará del espacio conservador, donde hay una derecha democrática”.

El problema, como dijo un viejo militante peronista argentino, es que “Evo, a diferencia de Chávez, no tuvo su 17 de octubre”. Hacía referencia al día, en 1945, en que cientos de miles de obreros y pobladores de los barrios marginales de Buenos Aires salieron a las calles, de manera bastante espontánea, a pedir la libertad de Perón, detenido por la junta militar de la que había formado parte. Y la elección no es azarosa: refiere a la necesidad de transformar la mayoría política-electoral en una nueva hegemonía política de largo plazo. El Estado no es la “síntesis de la voluntad general” sino correlación de fuerzas, que es necesario construir. Ésta es todavía favorable a los sectores populares por la inercia de la agenda de octubre y de las primeras acciones “heroicas” del gobierno. Pero eso no será así indefinidamente. Ni funciona ya la convicción de que “la historia está de nuestro lado”. La política es una pelea permanente por la legitimidad.
El desafío, en todo caso, es cómo procesar –de forma pacífica pero sin desactivar los anhelos plebeyos de refundar Bolivia– este proceso tendiente a construir una República más igualitaria que la que predominó desde la fundación del país en 1825.

1 En los municipios de mayoría indígena se respetarán algunos “usos y costumbres”, como la justicia comunitaria, y si constituyen mancomunidades con otros municipios, pueden dar lugar a “regiones indígenas”.
2 Radio Erbol demostró que el número de huelguistas de hambre era una tercera parte de lo que decía el comité impulsor de la capitalidad “plena”.
Fuente: PULSO. 8 de Octubre 2007